El árbol de Navidad desde su origen hasta nuestros días.
Apenas llegando Diciembre, las casas comienzan a relucir brillantes adornos navideños, que varían de un lugar a otro según las costumbres. Pero hay un elemento que es muy común en casi todas partes, el famoso Arbolito de Navidad, poblado de esferas y lleno de lucecitas brillantes, decorado con festón y adornos variados y llenos de color.
A los pies del árbol muchas casa colocan la representación del nacimiento del Niño Dios, con José, María, los pastores, los reyes magos, y hasta los animales del pesebre, el ángel y el diablito. El árbol navideño es tan propio de nuestras fiestas que parece que siempre ha sido de este modo.
Hay muchas personas que se preocupan porque el árbol sea natural, fresco, un pino grande y frondoso para que llene de vitalidad la casa en estas fechas tan importantes. Para otras no es tan importante y adornan con pinos artificiales en color verde o blanco, bien adornados, que también lucen bastante hermosos.
Pareciera que lo importante es poner el arbolito, pero, ¿te imaginas que en vez de lucecitas el árbol fuera un enorme tronco ardiente que iluminara toda tu colonia por la noche, y al mismo tiempo en vez de adornos, dulces y caramelos, se le lanzaran animales sacrificados y cerveza alemana, en una fiesta familiar pero semi-desenfrenada que celebra el año nuevo en vez del nacimiento del niño Jesús?
Aunque no lo creas esos son los orígenes del arbolito de Navidad, lo ponemos cada año, nada más y nada menos, por influencia de la Yule Vikinga.
El árbol de Navidad y sus orígenes vikingos.
Antes de la evangelización de los pueblos nórdicos, los vikingos celebraban el Solsticio de Invierno en una fiesta calurosa llamada Yule. La Yule era más bien como una celebración de año nuevo, las fiestas duraban hasta veinte días de banquete, bebida, danza y celebración.
Hay que tomar en cuenta que los Vikingos tenían su propia tradición cultural, incluido un vasto panteón de deidades, en la que creían y por las que se regían. Thor, el dios del Trueno, pero también protector de los campesinos, la justicia, las buenas cosechas y el clima, era protagonista principal en estas fiestas, junto con Frey el dios de la fertilidad y el amor, por lo que esta celebración, en su honor era cálida y llena de obsequios y muestras de afecto.
Dentro de las creencias nórdicas hay que resaltar que ellos ven el Universo como un inmenso árbol llamado Yggdrasil. Este era un fresno que no moría nunca. A su tronco y ramas estaban adheridos los nueve mundos de la cosmovisión nórdica, desde el mundo del terror y las tinieblas, hasta el mundo de los Dioses, pasando por el mundo humano.
Este Yggdrasil es la fuente de la vida, y por lo tanto es también la fuente de la salud, la abundancia y la prosperidad. Los pueblos germanos ponían árboles de fresnos decorados con alimentos de sus cosechas, pero algunas veces también usaban viseras de los animales sacrificados para el banquete, también lo bañaban con cerveza, a modo de ofrenda hacia los dioses.
También realizaban la quema de un tronco viejo del año pasado, el cual encendían por doce horas continuas en un fuego inmenso. Al día siguiente las cenizas de aquel gran árbol se regaban por los campos y el bosque para alimentarlo. Hay quienes piensan que en algún momento también se hicieron sacrificios humanos, lanzando a una persona a esta inmensa hoguera para bendecir las cenizas que servirían para fertilizar la tierra.
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El árbol de Navidad en la tradición cristiana.
Casi trescientos años de que el Imperio Romano hiciera oficial la religión cristiana, el catolicismo romano hacía grandes esfuerzos por convertir a los pueblos “paganos” a la religión del Imperio, con su respectivo diezmo y la contribución de estos para el beneficio del Santo Papa.
Los pueblos germanos no fueron la excepción, su evangelización se llevó a cabo con la ayuda del Arzobispo Winfryth, mejor conocido como Bonifacio de Maguncia, actualmente nombrado también como el Apóstol de los germanos.
Es bien sabido que una de las técnicas de evangelización católica en todos los pueblos del mundo es el sincretismo, es decir, de la asociación de las antiguas creencias con las nuevas, para que el pueblo conquistado poco a poco vaya modificando su fe hacia el cristianismo. Esta técnica la usaron en muchas ocasiones.
La Navidad de hecho es parte de este método, pues trataba de sustituir el Nacimiento del Sol Invicto Romano, por el Nacimiento del Niño Jesús.
Cuando Bonifacio de Maguncia vio las celebraciones de Yule, con facilidad las trató de adaptar a la Navidad cristiana, para ello mantuvo ciertos elementos de la Yule para que el pueblo pudiera asimilarlo. El elemento principal que se mantuvo fue el árbol de Navidad.
El árbol de Navidad era una fusión entre el Yule Log, el tronco que ardía por doce horas, y el Yggdrasil. El buen Bonifacio en vez de encender el árbol por completo, lo iluminó con velitas, y en vez de elementos de la cosecha lo adornó con dulces y decoraciones de madera como las cabras, las cuales eran un símbolo navideño para los vikingos pues aludían a Thor el Dios del Trueno.
Finalmente lo coronó con una estrella, pues se dice que en alguna ocasión al ver arder el Yule Log, miró hacia el cielo, y en lo alto vio la estrella de Júpiter brillar con gran intensidad, lo cual le recordó a la estrella que siguieron los Reyes Magos hacia Belén.
Con el nacimiento y la extensión del cristianismo lutherano, los cristianismos germanos conservaron el árbol de Navidad como parte del festejo del nacimiento de Jesús, y esa tradición poco a poco fue absorbida también por otros pueblos cristianos, hasta convertirse en un elemento indispensable para la Navidad de nuestra época.
El árbol de Navidad en nuestros días.
El arbolito de Navidad es un elemento central de los hogares cristianos en estas fechas decembrinas. Para algunas familias es toda una tradición, y se esfuerzan año con año para adornarlo y decorarlo lo más bonito posible.
Muchas personas lo usan como pretexto para unir a sus familias, pues los niños entusiasmados por poner el arbolito llenan de júbilo los hogares en donde ayudan a su familia a colocarle y adornarle. A los pies del árbol yacen los regalos, la promesa de alegría y felicidad para el año que va a comenzar.
El árbol es símbolo de vida, de fertilidad, pero también de abundancia y de prosperidad, es por eso que los que ponen el árbol esperan que el próximo año sea bueno para todos.
Sin duda alguna, a pesar de su origen pagano, el árbol de Navidad es un símbolo único y positivo que puede enriquecer nuestro festejo navideño. Bueno, al menos lo que conservamos en México fue el arbolito, imagínense que en varios pueblos germanos hasta el siglo XIX era una cabra, y no Santa Claus, quien le llevaba juguetes a los niños, ya saben, cosa del buen Thor.











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