Cipactli, el monstruo marino sobre el que se creó la tierra.
En México el idioma indígena más hablado es el náhuatl, y entre las creencias de los antiguos nahuas se tenía una rica suma de historias fantásticas sobre los fenómenos naturales, tenían una forma poética de hablar sobre la que ellos veían y entendían del mundo, su mundo, el Anáhuac.
Una de las leyendas más deslumbrantes es la del Monstruo Cipactli, de quien cuentan los abuelos que era una bestia inmensa que siempre estaba hambrienta, habitaba en los mares, y era la única criatura que existía.
«Cipactli (en náhuatl cipactli, ‘el lagarto negro’‘cipactli, lagarto; tlīltic, negro’) era una voraz, primitiva y monstruosa criatura marina, mitad cocodrilo y mitad pez.» (tomado de https://es.wikipedia.org/wiki/Cipactli)
Los hijos de Ometeotl y la creación del mundo.
Existe una energía divina y poderosa en la parte más elevada de los Cielos, según cuentan los antiguos, esta energía es la fuente infinita de energía cósmica que todo lo nutre, que todo lo sustenta. Esta energía está compuesta por dos fuerzas, una fuerza masculina y otra femenina, representadas por Ometecuhtli y Omecihuatl, Los Señores de la Dualidad.
A principio todo era oscuridad, nada existía, pero se dice que Los Señores de la Dualidad engendraron a cuatro hijos. Estas energías puras eran como emanaciones de humo que reflejaban la Luz de sus padres, así que se les llamó Tezcatlipocas.
Cuatro fueron los hijos, dos opuestos a dos, Tezcatlipoca Negro o Tezcatlipoca y Tezcatlipoca Blanco o Quetzalcoatl, Tezcatlipoca Azul o Huitzilopochtli y Tezcatlipoca Rojo o Xipetotec. De ellos las cuatro regiones del Universo, las fuerzas de los cuatro elementos, las fuerzas creadoras con las que se construiría el mundo. A cada uno se le asignó un rumbo, a Tezcatlipoca el Norte, a Huitzilipochtli el Sur, a Xipetotec el Este y a Quetzalcoatl el Oeste.
Fue a Tezcatlipoca y a Quetzalcoatl a quienes se les dio la tarea de crear al hombre. Pero para que el hombre pudiera vivir, tenían que crearle primero un mundo. Sin embargo, no existía tal mundo, solo existía una inmensa, feroz y diabólica bestia llamada Cipactli.
La feroz batalla contra Cipactli.
Así que Quetzalcóatl y Tezcatlipoca descendieron hasta el inmenso mar cósmico primigenio del cosmos para buscar a Cipacli, hasta que lo divisaron a lo lejos, en las profundidades del agua. Quetzalcóatl y Tezcatlipoca se acercaron al monstruo Cipactli para medir la fuerza de su enemigo.
Era una criatura gigantesca, poseía 18 cuerpos, y en cada uno de ellos estaba adornado con una boca. Era una criatura primitiva, como un dinosaurio marino gigantesco, mitad pez y mitad cocodrilo, se movía con brusquedad, y lanzaba gruñidos horribles como si estuviese hambrienta.
Era muy feroz y colosal como para enfrentarlo de frente, así que los hermanos tuvieron que idear un plan. Quetzalcoatl propuso emboscar a la bestia, atacarla por sorpresa, para que no pudiera defenderse, y entre los dos podrían doblegarla y darle muerte.
Pero todavía quedaba la duda de cómo atraer al monstruo hacia su emboscada. Tezcatlipoca tuvo una brillante y macabra idea, sacrificó uno de sus pies, para utilizarlo como carnada para atraer al monstruo hacia una emboscada. En un acto de valor se cortó el pie de un tajo con ayuda de su hermano y lo lanzó.
En cuanto la bestia marina percibió el sabor de la sangre del pie, que yacía en el agua, se precipitó ansiosa a devorarlo, fue ahí cuando Tezcatlipoca y Quetzalcoatl con sus atavíos de guerra y con sus armas se lanzaron sobre la colosal criatura. Fue una cruel batalla a muerte, pero finalmente los hermanos terminaron por someter y matar a Cipactli.
El cuerpo de la inmensa criatura fue separado en dos partes para crear el mundo. Luego notaron que los hombres no podrían vivir ahí, así que pusieron una sobre la otra y a los extremos colocaron dos troncos enormes de madera, para separar la tierra del cielo. Por encima había nueve mundos superiores chicnauhtopa, por debajo había nueve submundos chicnauhmictlan, los inframundos, el Mictlán.
La creación del Hombre, la Mujer y el calendario.
De las entrañas de la gran bestia Cipactli, Quetzalcoatl dio vida al primer hombre, al cual llamó Cipactonal, líteralmente espíritu de lagarto. También creó a la primera mujer Oxomoco, la primera mujer. A ellos se les dio la tarea de poblar el mundo.
También se les pidió hacer un calendario. El calendario estaría compuesto por 18 meses, en honor a los 18 cuerpos de Cipactli, y cada mes tendría veinte días, como los dedos de las manos de Cipactonal y Oxomoco juntos. El primer día llevaría por nombre Cipactli, sería el comienzo porque así comenzó el mundo.
Cipactli, como la representación de la ferocidad primogénita, como símbolo de la dualidad entre el cielo y la tierra antes del mundo, esa criatura primitiva y tosca es el comienzo. Así es como cada uno de nosotros es al comienzo, tosco y desastrozo.
Pero el calendario de los abuelos era un calendario hermoso y tenía un mensaje oculto, pues al finalizar el ciclo el ultimo símbolo era Xochitl, la flor, la belleza, la imagen de la perfección y lo sublime, y decían que el camino del hombre debería de ser como el camino del tiempo y de ir de lo grosero a lo sublime, esa era su enseñanza.
Cipactli, una leyenda olvidada.
En la actualidad en México la mayoría de los mexicanos profesas una religión católica o cristiana. Los relatos y las leyendas de los antiguos pueblos nahuas se van perdiendo con el desarrollo tecnológico y el progreso de la sociedad moderna.
La leyenda de Cipactli como el principio del mundo, y por lo tanto también como el principio de nuestra cultura ancestral, nos ayuda a entender un poco la importancia que estos personajes, Quetzalcóatl y Tezcatlipoca tenían para nuestros abuelos. De cómo es que el mundo es formado a través del sacrificio y la astucia de las fuerzas creadoras.
El Tonalpohualli o cuenta de los días, el calendario de nuestros ancestros actualmente es tan desconocido para nosotros, que seguimos sin entender aquellos símbolos que tenemos por todas partes de una cultura milenaria que nunca se ha ido.
De vital importancia sería para nuestros hijos poder recuperar y conservar esta información tan valiosa para comprender no sólo la forma en la que nuestros antepasados interpretaban al mundo, sino para poder entenderlo e interpretarlo mejor nosotros también, porque la sabiduría de los pueblos originarios, a pesar de que se ha tratado de sepultar como folklore, sigue siendo sabiduría verdadera.











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