La Navidad mexicana de 1930 y Quetzalcoatl.
Actualmente La Navidad mexicana es una clara muestra del mestizaje que se ha llevado a cabo en nuestro territorio a lo largo de la historia.
Por un lado el festejo de Navidad es una herencia de la conquista Española, la cual impuso, a fuerza de garrote, la noble religión católica a las naciones indígenas del Anáhuac.
Por otro lado está fiesta en particular fue fácil de adoptar por los pueblos originarios ya que en estas tierras ya se celebraba desde hacía varios cientos de años las fiestas del solsticio de invierno el cual coincide relativamente en fechas con la Navidad.
Un análisis simple nos llevaría a pensar que la Navidad mexicana es un festejo mestizo, que combina tradiciones españolas con tradición prehispánicas, pero nada más falso.
La Navidad es un ponche de culturas paganas disfrazado de celebración Cristiana. El arbolito de Navidad es Vikingo, la corona de adviento romana, las posadas vienen del Panquetzali mexica, Santa Claus es herencia estadounidense, etc.
Es este último personaje, Santa Claus, quien particularmente ocupa un lugar incómodo en nuestras fiestas, pues aunque en la actualidad la mayoría de los niños esperan con ansias a Santa, esto no siempre fue así, y muchas familias aún lo ven como un personaje ajeno a la Navidad mexicana.
Santa Claus el regalo estadounidense.
Después de la Revolución mexicana, con el triunfo de la construcción de 1917, el equilibrio del poder extranjero, que en el tiempo de Porfirio Díaz estaba a favor de la inversión europea, dio un cambio para favorecer a los empresarios Norteamericanos.
Con esa nueva alianza, los mexicanos comenzaron a adoptar muy poco a poco las tradiciones estadounidenses. Sobresaliendo la aceptación de Santa Claus y el Halloween.
Si bien estas fiestas fueron aceptadas fácilmente por las burguesías nacionales y poco a poco con más renuencia por las clases proletarias y campesinas, con el paso de los años llegaron para quedarse.
Fue en los años veinte cuando la imagen de Santa Claus fue introducida en México. En ese entonces Santa solo le traía a los ricos, por obvias razones, nuestra malinchista burguesía siempre se ha sentido extranjera, o europea o gringa, pero nunca mexicana.
Fue así como poco a poco está idea de Santa el que trae regalos a los niños se fue difundiendo poco a poco en los medios de comunicación y se fue arraigando en los corazones de los niños mexicanos, quienes lo anhelaban, aunque a la mayoría de las casas nunca llegaba.
La Navidad mexicana de 1930 y Quetzalcóatl.
Con poco conocimiento sobre las raíces prehispánicas, el gobierno de Ortiz Rubio, determió que una deidad mesoamericana debería de reemplazar a Santa.
De esta forma el corazón de los niños se abriría a su identidad como Nación, como Raza, y al mismo tiempo eliminaría los elementos extranjeros como el tal Santa Claus.
Un grupo de intelectuales de la época eligió a Quetzalcóatl como el Dios que llevaría regalos y felicidad a los niños, debido a que esté era el Dios más reconocido en todas las culturas mesoamericanas y por lo tanto cumpliría a la perfección el objetivo de unificar a la Nación.
La Navidad con Santa Claus VS el Nacionalismo Mexicano post-revolucionario.
En la época del Maximato, el Partido de la Revolución Mexicana (PRN) estaba obsesionado con la unificación de México. Querían que las diferencias entre el norte y el sur se redujeran y que se creara un sentido Nacionalista, que todos los mexicanos se unieran en una misma visión.
Con este esfuerzo por fomentar el nacionalismo, el gobierno comenzó a ver con mala intención a las culturas extranjeras que poco a poco se introducían en el país.
En el año de 1930, bajo el gobierno de Pascual Ortiz Rubio, el gobierno decidió que Santa Claus era un elemento indeseable para el nacionalismo que ellos estaban promoviendo, así que decidieron dejarlo fuera del festejo de Navidad.
Todo un alboroto sucedió en ese entonces. El mandato presidencial no tuvo del todo la aceptación que hubiese querido.
Pues trescientos años de Colonialismo, inculcaron férreamente la religión católica en los mexicanos, que no se veían arrullando a Quetzalcóatl en el pesebre bajo el arbolito de Navidad.
Los pueblos indígenas en resistencia, tampoco aceptaron a Quetzalcóatl como el nuevo símbolo de la Navidad, pues en la tradición Anáhuaca no es La serpiente emplumada la protagonista de las fiestas invernales.
Así que el 23 de Diciembre de 1930 se llevó a cabo un único y fantástico festival navideño con una pirámide, Quetzalcóatl repartía juguetes a los niños pobres, acompañado de un séquito indígena.
Con arbolitos de Navidad, adornos mexicas, y el himno nacional de fondo, la celebración mexicana de ese año fue quizá una muestra extraña de lo desesperado que estaba el gobierno por buscar una identidad propia.
Si quieres saber a detalle lo que pasó ese día, te recomendamos leer del Universal la siguiente nota: https://www.eluniversal.com.mx/colaboracion/mochilazo-en-el-tiempo/nacion/sociedad/cuando-se-intento-desaparecer-santa-claus-en?amp
La búsqueda de identidad Mexicana.
La idea del gobierno nacionalista de los años treinta, por buscar la mexicaneidad en las raíces prehispánicas no era del todo una locura.
La verdad es que un mexicano que tenga un mínimo de conocimiento histórico comprenderá que la cultura propia está más cerca a las costumbres prehispánicas que a las europeas o a las estadounidenses.
Y el rescate de las costumbres, cosmovisión y la cultura tolteca del antiguo Anáhuac es fundamental para reafirmar nuestra identidad nacional.
Pero también hay que tomar en cuenta que en quinientos años todo ha cambiado. Ya no somos México-Tenochtitlan, ni somos gobernados por sabios y nobles. El país está repleto de personas de diversas partes del mundo.
México no es ya la tierra de los mexica, es una nación multicultural, con tradiciones y culturas extranjeras que han sido adoptadas a lo largo del tiempo y no es posible volver a ser lo que fue.
Sin embargo también hay muchas personas incapaces de sentirse identificadas con elementos extranjeros como Santa Claus, y buscan en las raíces históricas de nuestros territorios esa identidad.
Para aquellos que quieran recuperar las antiguas tradiciones, les vendría bien saber que el protagonista de la fiesta del solsticio de invierno no era el buen Quetzalcóatl, sino el gran Huitzilopochtli.
El 21 de Diciembre nace el niño Sol Huitzilopochtli del vientre de su Madre, nuestra madrecita, Coatlicue, para derrotar a las fuerzas de la oscuridad y dar paso a un nuevo ciclo solar, dónde los días más oscuros terminan para empezar a iluminarse cada día más, hasta el solsticio de verano.
Ese día se adornaba con banderas azules, se hacía una «carrera», a modo de procesión, se preparaban figuras de Huitzilopochtli con un pan de maíz azul, se hacía una celebración con banquete y las familias compartían sus bienes a modo de regalo.
Era el nacimiento del Sol, justo como en Egipto celebraron el nacimiento de Amon-Ra, en Grecia el nacimiento de Apolo, en Roma el nacimiento del Sol Invictus. El todos siempre fue el niño Dios. Y era toda una fiesta su cumpleaños, es decir, su Nacimiento, ahora le llamamos fiesta de Navidad y su festejo sigue siendo imprescindible.
Quizá la idea de que Quetzalcóatl el bonachón reparta juguetes a los niños en el nacimiento de su hermano Tezcatlipoca-Azul, Huitzilopochtli, no sea tampoco tan mala idea. Quien sabe, con el tiempo las costumbres cambian y en la vida humana la costumbre es ley.
Pues bueno, te traiga regalos Santa Claus, Los Reyes Magos o Quetzalcóatl, nosotros también te deseamos una ¡Feliz Navidad!










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