Jim Jones y La iglesia del Templo del pueblo.
Jim Jones es un personaje fabuloso y enigmático de la historia de Estados Unidos de Norteamérica, es recordado a nivel internacional por dirigir una de las masacres más numerosas de la historia, ocurrida en un remoto lugar, en Guyana, Sudamérica, conocido popularmente como Jonestown.
Pero ¿quién era Jim Jones? ¿Por qué tenía un numeroso grupo de fieles dispuestos a seguirlo hasta la muerte? ¿Qué sentido tiene la masacre ocurrida en Jonestown? Y sobre todo ¿Qué podemos aprender del movimiento de la Iglesia del Templo?
Estás preguntas abren un debate ya cerrado hace tiempo, pues los que escriben la historia dejaron en claro que Jim Jones era un loco y sus seguidores víctimas de lavado de cerebro, y es que a pesar de que parece ideológicamente contradictorio, el Pastor de la Iglesia del Templo era abiertamente Socialista, y su movimiento era aparentemente antisistémico, incluyente y humanitario.
Para quienes defienden al capitalismo, Jonestown es la evidencia histórica de lo absurdo y nefasto que puede ser el socialismo. Y quienes se dicen Socialistas prefieren estigmatizar lo ocurrido como culpa del mismo sistema capitalista, deslindándose políticamente de aquella iglesia.
Seamos menos dogmáticos esta vez y tratemos de sacarle jugo al gabazo de información que nos proporciona la historia.
Jim Jones, el carismático líder evangelista revolucionario.
James Warren Jones nació el 13 de Mayo de 1931 en Lynn, Indiana en Estados Unidos. Fue hijo de James Thurmond Jones, un migrante galés que sufría de daño pulmonar a causa de las trincheras de la Primera Guerra Mundial, y de la escocesa Lynetta Jones, una mujer carismática y cariñosa que le enseñó al pequeño Jim a amar a los animales.
Se dice que el pequeño Jim recogía y adoptaba perritos de la calle, los cuidaba y los sermoneaba, a ellos y a los otros niños del barrio. Nuestro infante acudía con su familia a la Iglesia Evangélica Pentecostal, dónde se volvió sensible a la pobreza y a la segregación racial de su tiempo.
Hay que entender que en los años 30 y 40 del Siglo XX, Estados Unidos era una tierra profundamente racista, grupos de fundamentalismo cristiano como el Ku Klus Klan eran numerosos y muy activos, lo cual provocaba un ambiente social hostil para las personas de color, los inmigrantes y los pobres.
Jim Jones y su Iglesia del Templo del pueblo.
En 1961 Jones es nombrado director de la Comisión de Derechos Humanos de Indianápolis y tiene un lugar entre los puestos de honor reconocidos por la comunidad afroamericana. En este momento es un carismático rockstar, usaba lentes oscuros tipo Ray Ban, sus sermones eran escuchados por multitudes y tenía el respaldo político de muchas personas de influencia, tanto de izquierda como de derecha.
Con este éxito decide mudarse a California en la década de los 60. Dicen que el motivo que le dio a sus fieles para hacer la mudanza era que Estados Unidos sufriría un ataque nuclear, pero que podrían sobrevivir en el oeste del país.
A partir de este momento se cree que Jim Jones empezaba a dar aviso de su locura, pero en realidad el motivo de la mudanza se justifica históricamente por la Crisis de los misiles en Cuba, dónde Estados Unidos se pone en alerta al descubrir misiles nucleares de alcance medio de la URSS en Cuba.
Tomemos en cuenta que Jim Jones no solo era cristiano, también se consideraba Maoísta, simpatizaba con las ideas de Lenin y la URSS, además que vivía en la época de mayor tensión política de la Guerra Fría.
Es este ambiente apocalíptico lo que lleva a Jim Jones a proponer mudar la Iglesia a otro lugar, un sitio lejos del alcohol, el ruido y los problemas de Estados Unidos. Jim Jones le estaba proponiendo a su gente una nueva tierra, una tierra fértil dónde podrían empezar desde cero, crear una verdadera comunidad humanista e igualitaria donde todos tendrían el mismo valor, el mismo respeto y dignidad, y dónde las necesidades de todos serían cubiertas con el trabajo colectivo.
Le pidió a una comitiva buscar un lugar ideal para llevar a cabo su plan. La tierra prometida fue encontrada en Sudamérica, en una remota región en Guyana. Era perfecta. Estaba en medio de la Naturaleza, tenía tierra fértil, estaba apartada de los conflictos políticos y militares de las grandes potencias y pintaba como un lugar maravilloso.
Al menos unas 900 personas hicieron el éxodo hacia la tierra prometida. Pusieron todo su dinero y toda su energía para que el proyecto funcionara. El gran Líder James Jones lo tenía que hacer funcionar.
Pero las cosas no salieron tan bien. Había una gran población y por lo tanto una gran demanda de mercancías por lo que la comuna no podía ser autosuficiente. Muchos comenzaron a quejarse. Muchos pensaron en abandonar el lugar. Pero la misión de Jones era hacerlo funcionar. Así que echó mano de su conocimiento sobre las revoluciones Socialistas de su época y comenzó el control de la comuna.
En la iglesia del Templo del pueblo, ya existían comisiones de investigación en Estados Unidos, por lo que en Guyana estás debieron de haberse incrementado. Se formó un grupo armado para controlar a los inconformes. El mismo Jones hacia uso de sus sermones para mantener a la población controlada, hablaba de infiltrados que querían destruir a la comuna, de la amenaza de Estados Unidos frente a su Dios Todospoderoso, el Socialismo.
Mantenía a la población en estado de alerta y comenzaron a desarrollar rituales bastante escalofriantes como las llamadas Noches Blancas. En ellas se suponía la posibilidad de que Jonestown fuera invadida para ser derrocada por ser una nueva forma de vida comunista, así que se les daba la opción a los miembros de la comuna de huir a la selva, de refugiarse en a la URSS, de quedarse a luchar contra los invasores o de realizar suicidio revolucionario.
Huir a la selva implicaba el ser perseguido y cazado como una presa, no había honor en ello. Ir a la URSS no garantizaba la sobrevivencia, al final del día eran creyentes cristianos y no formaban parte del partido comunista. El proyecto fue pensado como una comunidad agrícola, así que no tenían ningún tipo de preparación militar, ni cuerpo a cuerpo ni en el uso de las armas, las cuales a su vez eran pocas y exclusivas de un pequeño grupo seleccionado de miembros. De este modo la única salida viable, honorable y válida que les quedaba era el suicidio revolucionario.
Se hacían simulacros dónde la posibilidad de que todo estuviera en inminente peligro de ser destruido llegara. En ese caso todos bebían un líquido que se pensaba era veneno. Así los miembros de Jonestown no serían perseguidos, torturados, ni vencidos, pues ellos no darían testimonio de lo que pasó, pero serían recordados por la historia como los héroes que decidieron vivir en una sociedad mejor hasta sus últimas consecuencias.
Jim Jones y la crisis de Jonestown.
Jim Jones no sería derrotado por sus enemigos. Prefería meterse un tiro en la cabeza antes de caer y de ver caer a su Iglesia. Y al darse cuenta de que su proyecto no podría llegar a ser el paraíso prometido sino un cansado y austero modo de vida, se dispuso a prepararse para lo peor.
Mientras tanto en Estados Unidos, varios familiares de algunos seguidores de Jones, que se habían unido a la mudanza desde California hasta Guyana, comenzaron a presionar al congreso para que se realizar una investigación sobre lo que ocurría en Jonestown. Se hablaba de personas retenidas contra su voluntad, de tortura y de hambruna colectiva.
Algunas secretarias de James Jones había huido de Guyana con información importante sobre lo que ocurría, como el hecho de que se atemorizaba a los niños que no seguían las órdenes o que se encerraba a los adultos que se quejaban o hablaban mal del líder o sus privilegios en una caja de 2×1. Quizá lo más grave era la acusación de que los adolescentes que se revelaban recibían descargas eléctricas en los genitales.
La CIA misma comenzó a prestar demasiado interés en la Iglesia Comunista de Jones, así como el FBI que ya tenía un informe completo sobre las noches blancas, que catalogaron como lavado de cerebro.
Para 1978 se organizó una comitiva integrada por miembros de la prensa, algunos familiares preocupados por sus seres queridos y el congresista norteamericano Leo Ryan.
El 14 de Noviembre llegó la comitiva al centro de Guyana. Visitaron embajadas, se entrevistaron con los dirigentes de la Iglesia del Templo e hicieron todo lo posible para ser recibidos en Jonestown.
El 17 de Noviembre fueron recibidos en la comuna, primero de forma un poco renuente, pero luego se les dejó accesar sin ningún problema. Se les enseñó la parte bonita del lugar y pasaron la noche a las afueras del complejo.
Todo parecía tranquilo para los visitantes, salvo algunas solicitudes en secreto de algunos desertores que deseaban regresar a Estados Unidos, y es que una vez en Jonestown ya nadie podía salir, pues no tenían dinero. Todo era donado a la iglesia y dentro de la comuna se trabajaba para el bien común y nadie recibía remuneración en efectivo.
En este momento, Jim Jones sabía que sí la comitiva regresaba a Estados Unidos con pruebas suficientes, la próxima visita sería del ejército norteamericano. Para Jones la visita del Congresista Ryan solo representaba el principio del fin. Así que actuó tácticamente de acuerdo al plan.
Cuando la delegación estadounidense estaba por partir, con un grupo de al menos 17 desertores, un pequeño grupo armado de la Iglesia del Templo abrió fuego, asesinando al Congresista y a varias personas más.
En ese momento, el gran momento que todos temían, había llegado. La muerte de Ryan solo aseguraba una cosa, Jonestown sería invadido por el ejército norteamericano. Y según lo planeado, lo más honorable que se podía hacer era cometer suicidio revolucionario. Jim Jones dio la orden, orden que se siguió tanto en Jonestown como en los centros religiosos dirigidos por la iglesia.
918 personas murieron en Jonestown. Algunos salieron huyendo a la selva, otros fueron obligados a tomar el veneno, como los niños de brazos que fueron arrebatados de las manos de sus madres, otros más, como los niños fueron persuadidos a tomar la poción mágica de cianuro, los verdaderamente comprometidos con el movimiento se suicidaron «con honor». James Jones fue encontrado muerto con un tiro de escopeta en la cabeza.
Todo había terminado. Lo ocurrido en Jonestown fue la masacre colectiva más numerosa registrada hasta la caída de las torres gemelas en Nueva York en Estados Unidos. La utopía Socialista de los creyentes de la Iglesia del Templo pasó a la historia como una de las mayores tragedias de la historia.
Diferentes acciones revolucionarias, diferentes papeles históricos.
Quizá si en vez de optar por el suicidio revolucionario hubieran esperado la intervención estadounidense y se hubieran atrincherado, Jonestown hubiera sido recordado de otra forma, pues nuestra historia tiende a recordar con valentía las resistencias bélicas, como la comuna de París de 1871. Si en vez de fundar un nuevo pueblo en Guyana hubiera organizado un ejército rebelde y tomado California, por ejemplo, tal vez se le daría una importancia histórica a la par del Che Guevara, o si en vez del suicidio revolucionario hubiera impulsado una mega huelga de hambre como respuesta a los “ataques norteamericanos” tal vez podríamos imaginarlo como a un Gandhi occidental. Son las acciones revolucionarias las que determinan el papel histórico de estos personajes y la forma en la que los juzgamos, pero si algo debemos rescatar de Jim Jones es su visión de un mundo más justo y más humano para todos.
La pregunta que queda pendiente quizá sea ¿Qué hubiese sido de Jonestown si la comitiva del Congresista Ryan no hubiera ido? ¿Podría haber prosperado el proyecto Socialista en Guyana? ¿Podría haber pasado Jim Jones como el líder visionario y carismático que luchó hasta las últimas consecuencias por la creación de una sociedad más justa e incluyente para todos?
Y quizá la pregunta más alarmante que podemos formular ahora sería ¿Podría funcionar en la actualidad un proyecto Socialista similar al planteado por la Iglesia del Templo del pueblo? Esas respuestas por ahora nadie puede responderlas, pero algo queda claro, el fantasma del Socialismo aún recorre el mundo y aún faltan muchas historias que contar sobre él.












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